sábado, agosto 23, 2014

cuando niña I

cuando chica aprendí a ser liviana para mi mamá, aunque ella no lo sepa, y aprendí a ser invisible para poder ser libre, bajo su control, empequeñecí mis ojos porque quería ver otras cosas, me di cuenta que arriba de una silla el mundo era diferente y con el espejo de frente recorría el patio disfrutando de la belleza del reflejo de las cosas y del mundo, y del cielo. Salía a sentarme en el tronco que estaba botado en la mitad del patio, y buscaba respuestas a los problemas de mi familia. Por eso, cuando supe que la plata era un problema y el principal motivo de las peleas entre mis viejos, decidí que había que botarla a la basura, porque eran puros problemas, y además pensaba que seguramente el caballero que sacaba la basura iba a estar feliz, era una idea genial, pero me delaté, como todos los niños siempre se delatan, hablando de cosas que pasan sólo en ese enano e infinito mundo de la mente inocente que todavía no ha "aprendido la realidad". Conté que el gato se había robado la plata y que la había botado a la basura. Mi vieja, que en ese entonces tenía psicología (la que perdió por completo en algún momento entre los años 95 y 2000, nose bien, aunque esporádicamente la encuentre para volverla a perder) me siguió la onda y descubrió que era cierto. Pero la plata era necesaria para vivir, no lo sabía antes de buscar la famosa solución, y mi frustrado plan adquirió especial relevancia en mi vida. Por que no solo aprendí eso del dinero, sino que además aprendí que había cosas que no se debìan hacer, y con eso, la mardá. Fue el comienzo de una nueva era.

1 comentario:

Rodrigo dijo...

Que tierna e ingenua, pero creo que todos pasamos de cierta forma por esa etapa, en la cual encontrábamos soluciones geniales que se desvanecieron la cruda realidad.

saludos =)!